Fuiste el cantor del pueblo de voz potente,
maravilla sublime por natural,
ruiseñor en las noches de voz doliente
y en pleno sol tu trino fue de zorzal.
Poblose con tu canto la lejanía,
mago que de los yuyos hicistes flores,
y, hasta en los duros versos, tu poesía
cobró el divino encanto de los amores.
De todos tus cantares tú fuiste el guía,
que pusieras al canto luces de estrellas,
y al impulso perfecto de tu armonía
tus canciones humildes fueron más bellas.
Las musas se doblaron al dulce yugo
de tu voz que, no hay duda, fuera un tesoro;
pudiste haber cantado los versos de Hugo,
agregando más brillo sobre aquel oro.
“El día que me quieras” fue algo sublime,
pues tenía la enjundia de Amado Nervo,
mientras que el Viejo Pancho, que te redime,
te dio la esencia gaucha de nuestro acervo.
El arrabal que tiene también sus rosas,
perfumadas o truncas por lo inhumano,
pudieron en tu pecho ser más hermosas
al tener el gracejo de “Mano a mano”.
Inmortal por tu canto de hermoso trino,
la senda de tu gloria se ve más ancha,
por ser el invencible criollo argentino,
y el primero en lucirte en cualquier cancha.
Yo adivino el parpadeo
De las luces que a lo lejos
Van marcando mi retorno
Son las mismas que alumbraron
Con sus pálidos reflejos
Hondas horas de dolor
Y aunque no quise el regreso
Siempre se vuelve al primer amor
La vieja calle donde el eco dijo
Tuya es su vida, tuyo es su querer
Bajo el burlón mirar de las estrellas
Que con indiferencia hoy me ven volver
Volver con la frente marchita
Las nieves del tiempo platearon mi sien
Sentir que es un soplo la vida
Que veinte años no es nada
Que febril la mirada, errante en las sombras
Te busca y te nombra
Vivir con el alma aferrada
A un dulce recuerdo
Que lloro otra vez
Tengo miedo del encuentro
Con el pasado que vuelve
A enfrentarse con mi vida
Tengo miedo de las noches
Que pobladas de recuerdos
Encadenan mi soñar
Pero el viajero que huye
Tarde o temprano detiene su andar
Y aunque el olvido, que todo destruye
Haya matado mi vieja ilusión
Guardo escondida una esperanza humilde
Que es toda la fortuna de mi corazón
Volver con la frente marchita
Las nieves del tiempo platearon mi sien
Sentir que es un soplo la vida
Que veinte años no es nada
Que febril la mirada, errante en las sombras
Te busca y te nombra
Vivir con el alma aferrada
A un dulce recuerdo
Que lloro otra vez